
Da igual cuándo y dónde. No importa mitología o realidad.
La certeza de que a veces la realidad supera a la ficción. A veces. Casi siempre.
Da igual el conflicto. Quizás el más potente sea el generado por el amor, por ser éste el sentimiento que devora las pasiones más viscerales. Pero el amor, las personas, los territorios y las materias no importan. Se quedan a un lado.
La muerte y la sangre. La feria. El circo. Todo es, en el fondo, un juego de payasos.
Y payasos es lo que utiliza Declan Donellan en el transfondo de la maravillosa "Troilus and Cressida".
Ha convertido los exquisitos versos de Shakespeare (que retrata lo más bajo del ser humano) en la metáfora burlesca de la guerra. La guerra, el desafío al otro y el desconocimiento de uno mismo.
Teatro (TEATRO). De esas veces que no puedes moverte del asiento. Da igual tres horas que tres horas y media con descanso. No puedes respirar. Las imágenes. Los actores. El movimiento. Los cuerpos. Las ideas.
El elenco se reúne en el escenario. Repartidos para escuchar el último monólogo de Pándaro. El amor, siempre el amor. Los mercaderes de carne. Porque los que se empeñan en generar conflictos no son más que eso.
La belleza de un elenco de actores (ACTORES) escuchando y el aplauso en pie del público.
No puedo hacer otra cosa que levantarme, por respeto, pero no quiero hacer otra cosa que sentarme y mirar. Mirar por dentro. Por eso lo soy. Porque la belleza del arte va más allá que todas las cosas.
La necesidad de expresar.
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