Cuando pienso en el verano se me reproducen inmediatamente dos imágenes: mi calle desierta a las cuatro de la tarde con su sol, su sombra y su silencio sólo roto por algún paso de un tractor camino de la tierra o una moto con dirección a la piscina; y el paso del calor frente al televisor, con TVE puesta para ver el Tour de Francia.

Hoy me vienen a la cabeza las fotografías de los veranos de Carpio cuando veo emocionada ganar a un ciclista español la carrera ciclista más importante. Quizá es la suya una profesión infravalorada, no lo sé. Quizá fue eso lo que le hizo al cuñado del hoy flamante ganador, Carlos Sastre, no saber aceptar que pertenecía al otro lado, que su esfuerzo merecía la pena. Hoy Sastre le recuerda, y yo también. Porque el Chava me hizo vivir momentos divertidos desde el sofá, porque empecé a reconocer que el esfuerzo es el camino y porque mi admiración hacia él partió de una explicación que tardé en entender. Siempre perteneceremos al otro lado.
Donde estés, estamos contigo. Intentando (continuar y) llevar a cabo la lucha que t
ú no pudiste finalizar.
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