Hospital. Hospitales. Con pasillos feos, tristes, paredes de colores apagados, enfermeras con el pelo sucio, culos gordos, cuerpos extraños, sábanas blancas viejas, olores...
¿Por qué todos los hospitales huelen a hospital? Algunos no, algunos huelen raro. No a hospital. Siguen siendo tristes, apagados (como para curarse), de pasillos sin luz, con gente bajita, alta, desproporcionada (juro que nunca dejaré que me salga un culo como ese. Sí. Vale. Sí. En el fondo me preocupa la estética. Puta sociedad de consumo...). Perdón? A qué hora? Preguntas a una recepcionista que si la ves sin bata blanca piensas que es la dispensadora de jaco del barrio chungo de la ciudad.
Más culos. Esperas. Te deprimes. Repasas lo cansada que estás. No te quedan fuerza para contar tu historia. La historia. La misma de siempre. Sale la enfermera. ¡¡¿¿Pero por qué no huele a hospital??!! Te falta el aire. Te sobra el olor patatas guisadas mezcladas con vómito de primavera.
Te ríes. Anda que...Vaya historias.¿Te toca? Te toca el médico. Que es simpático. Te anima. Sabes que va bien. No duele. Condromalacia¿?¿? Que no estoy bien hecha... Y yo preocupándome.
Abandonas. Sales por la puerta dejando atrás al médico de cara rosada, gafas y gran sonrisa, a la enfermera chunga, a la recepcionista yonqui, a la que no se lava el pelo desde la última vez (que fue hace mucho), a los culos gordos, a las gentes mal hechas, a los miedos, a los fantasmas.Pero al olor no, se te ha incrustado en la mente y seguirá ahí para que al hablar del hospital o de los olores de hospital salga a relucir.
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