Era una de esas noches que no tenía hacía tiempo.
No podía dormir. El cosquilleo de las piernas y la contractura que se había apoderado de su espalda se lo impedían.
Sentía que necesitaba algo más que la compañía del rumor de la radio.
Quería un abrazo, una caricia..., y se hizo un poleo.
Se quemó la lengua.
Tic-tac-tic-tac.
El reloj corría. Sólo 6 horas la separaban de la luz del sol.
No sabía cómo cerrar los ojos y dormir. ¿Acaso eso se aprende?
Si, sí, se le había olvidado. Si, no, había perdido la práctica. En un día.
Definitivamente decidió que en absoluto el cansancio no se iba a hacer su dueño.
Empezó a sonreír y cerró suavemente los ojos.
Imaginó su mirada y comenzó a soñar.
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