Hoy, así, de repente, dentro de esta sensibilidad hormonal, física y psicológica que llevo paseando toda la semana por Madrid, vuelvo a decir "ya basta".
Yo, que he sido educada en valores de tolerancia y libertad, no entiendo que tenga que soportar comentarios cercanos a la ultraderecha más rancia de algunos de los llamados "amigos de mi época de universidad".
Me parece una falta de respeto tan brutal. Una bajeza intelectual tan enorme... Me dan muchas ganas de vomitar. Y mucho asco. Un asco infinito que me tengo que tragar porque yo no soy como ellos y no estoy dispuesta a ponerme a teclear estupideces que le hagan daño al otro.
D
ebería estar orgullosa de no entrar en ese juego. Pero me entra una tristeza infinita.
Quizá son las hormonas.
Quizá es el saber que no pueden dejar de ser mis "amigos" por aquello típicamente correcto que son las relaciones sociales establecidas con el tiempo.
Me gustaría no tener que ir a celebrar, no tener que ir de boda. No tener que ir a nada que suponga obviar esas palabras que me duelen y me joden para, a cambio, poner una sonrisa y una dosis de buen humor y educación.
Qué repugnante.
Qué repugnante yo también que no digo hastaaquíhemosllegado y hastaluego.
Hoy no me apetece. Ni posiblemente mañana.
Acabaré haciéndome vasca. De domicilio y todo. Para poder vivir en libertad.
Qué paradoja...
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