domingo, 10 de abril de 2011

Tengo miedo

A veces todo se pone extremadamente difícil.
Quizá es la fiebre de los huesos.
O las fibras de los músculos.
O el diafragma lo que no me deja respirar con facilidad.
Por eso el aire no me llega al cerebro y todo se vuelve gris.
Como si de una tarde de invierno en Londres se tratase.

Y tengo miedo.
Tengo miedo a perderte.
A querer comerme un ovillo de lana de angora.
Sentir la necesidad de regarlo todo con coñac y colacao a partes iguales.

¿Hasta dónde eres capaz de llegar, pequeña Angélica?

Qué rápido se van las limpiezas de alma si de repente todo se vuelve oscuro.
De nada sirve lo vivido.
O eso parece.

Pero siempre te quedará la suerte de darle al play y olvidar por un segundo mientras te miras intentando bailar frente al espejo.
La magia vuelve. Y hay cosas en las que vuelves a creer.
Paras. Sonríes.
Pero el dolor de tu cuello te vuelve a llevar lejos: allá donde quiera que estés.

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