domingo, 3 de julio de 2011

Y últimamente escribo como si aporrear las teclas fuera un acto poético de expulsión del dolor.

Quizá por eso te apagas.
De repente. Sin respirar.
Sin avisar.
Coges el impulso y hasta luego.

Y yo estoy castigada a mirar pasar el reloj.
A mirar alrededor y pensar en qué ocuparme.

Y todo empieza a tener un sentido compulsivo.
Velocidad.
Deseos equivocados.

Mientras te enfrías y decides volver a vivir.
Y no eres precisamente de esos que deciden rápidamente y sin pensar.
Y yo sigo aquí.
Mirándote.
Tocándote.
Pensando qué hacer. Buscando la insolución.
No hay manera. Pienso.

Y vuelta a empezar.
Hasta que al final, pasa el tiempo y dejas darte al On.
Se vuelve a encender la pantalla y parece que sonríes y todo.
A ver cuánto dura el idilio.

No hay comentarios: