martes, 13 de septiembre de 2011

Tristezas

De estas tardes en que sientes un vacío inmenso. Pero extrañamente estás sobradamente relajada.
El cuello es la única parte de tu anatomía que te recuerda que esa cosa triste está ahí. Y que aún no ha acabado. Que el duelo es algo demasiado jodido como para quitárselo en un pimpampum y en cuatro lágrimas.

Probablemente mañana por la noche todo haya cambiado.
Y sólo sea tu cabeza quien necesite ese tiempo de silencio. De vacío denso para poder seguir.

Hoy no tengo fuerzas. Para nada. Ni para nadie.
Necesito que me cuiden.
Tampoco sé de qué manera.
Quizá con saber que estáis ahí me sobre.
A veces, hoy, es suficiente.

También un poco de música, suave, de fondo. Que ayude a llevar esta mezcla de paz y sosiego extraña que dibuja el principio de algo increíble.

Pero es cierto. La única compañía que necesita mi cuerpo en un día como hoy es la tuya. En silencio. Pero presente.

Y ya está.
Deshago la maleta y doblo todo cuidadosamente.
Estará cerrada en el trastero hasta nueva orden.
Probablemente temprana.

No hay comentarios: