Desde el viernes estaba pendiente de bajar al locutorio, no porque sea una cosa imprescindible en mi vida (que casi), sino porque me apetecía escribir sobre mi robo. Sobre lo fácil que es tener todo y de repente nada, como alguien puede conocerte con sólo ver tu cartera... Mil reflexiones que llevo haciendo desde ese "uri memento, qué gran momento" en que un/a indeseable entró en el almacén de "El Parnasillo" y se llevó mis pequeños tesoros. Ahora toca empezar. Hacer papeleos, carnets, y de todo un poco. Reiniciar o renovar la vida que describían mis carteritas (porque fueron dos las que se llevaron, por si con una no fuera suficiente).
Pero no puedo escribir nada de eso.
Me acabo de enterar de que YA soy Licenciada en Periodismo. Y me he ido por la puerta grande, con un notable (que con la acusación del no-cambiazo no abrí la puerta grande, abrí todas las de las plazas del mundo mundial, pero mejor no recordar ese otro gran momento tan estresante a la par que partitivo de caras, que me hubiera gustado encontrarme al inepto del profesor), como sólo yo me merecía, en uno de estos exámenes que acabé estudiando en tres días, en las horas de sueño tras el curro y con el estrés de las pruebas teatrales (eso sin contar con el trabajo que me saqué del gorro en día y medio).
Pues sí, acabé. En cuatro añitos. Aún no lo he asumido, espero hacerlo en poco tiempo, para poder ser completa y tremendamente feliz así de repente. Me apetece. Tanto esfuerzo, tanto sufrimiento se merecen una gran sonrisa y alguna lágrima, de emoción, claro.
Han sido cuatro años largos, en lo que a la formación académica se refiere, en los que he aprendido de la vida, más que del periodismo. Ahí se queda. Ahí se quedan la mayor parte de las cosas que estrechamente tienen relación.
Bienvenida a la felicidad. Mi espalda va más recta, no hay cargas que valgan.
Ahora yo enfrente de mí y mi futuro.
Probablemente esto no se entiende. Sólo aquellas personas que han vivido algo parecido o que han estado pegaditas a mí en todo este tiempo. Aquellos que saben lo que ha sido hacer exámenes, soportar alumnos, profesores y materias. Los que también se alegraron con mi teatro y con las clases de Edu, las únicas que me hicieron recuperar la fe en la enseñanza universitaria.
Sólo me queda sonreír (y pagar unas cañas cuando saque dinero del banco mañana a la mañana). Ahora me marcho a celebrarlo con Madrid, que se lo merece!