... (y que esté lejos el final..., por el mero placer de vivir)
Porque las verdaderas cosas importantes te ponen en tu lugar.
Por el inmenso placer de hablar (y) para el inmenso placer de que te escuchen.
Por el placer de importar. Por el placer de sonreír. Por el placer de llorar (agusto).
Por el placer de vivir intensamente los tiempos, palabras, besos ..., del presente.
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