Y te tomas un gin tonic. Tú, que sólo bebías cerveza... Te lo tomas porque te trae una sonrisa y porque piensas en aquello de "beber para olvidar" y beber para dormir bien (o algo).
La sonrisa que te trae es de cuando el verano todavía era verano. De cuando empezaste a asimilar el cambio que estaba suponiendo el descanso. De cuando empezabas a asimilar en buena compañía. Con buenas palabras, oídos y cosas que aprender y de las que acordarte todo el verano. Todo el resto del verano de sabor amargo. Del quécoñohagoyoaquí y si esteesfuerzomerecelapena.
El gin tonic de saber si todo esto merece la pena. Claro. Sí. O no. No sabes. Sabes a ratos. Sabes que las cosas merecen la pena por lo que son, por lo que te dan, por lo que estás viviendo. Porque tu cara se transforma cuando piensas en ello. En él. Porque cuesta la distancia. Porque lo más fácil es tirar la toalla. Pero sabes que no puedes hacerlo. Tú, a ti, que en este año te ha cambiado la vida. Que haces lo que quieres. Que disfrutas. Que te pones mimosa. Y que te encanta hacerlo al lado de quien lo haces. Aunque no sepas la respuesta del final de mes. Aunque estés revuelta y no sepas lo que sabes. Lo niegues.
El gin tonic de pensar en el día. También en el de mañana. En el máximocomúndivisorymínimocomúnmúltiplo. Y los problemas. Las soluciones que te inventas. Y las que no. Porque hace ya...Pero todo sirvió de algo.
Por eso el gin tonic sirve. Y tú. El que lee. El que viene de (agradable) visita mientras sirves cañas. La que te aguanta todas las tardes. La que te aguanta alguna. El mejor amigo, que desde Laguna, te escucha por teléfono (hacía tanto!...). Y tú, que te aguantas a todas horas y que durante este veranoamargomadrileño, que coincide con el 1º de la nogira, no sabes qué coño hacer contigo.
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