Hablas de Delibes y recuerdas al gran Paco Rabal diciendo aquello de "Milana bonita, milana bonita".
Y viajas unos años atrás, cuando leíste Los santos inocentes y cuando tu amigo Mauro te llamaba por ese nombre y por ese tono.
Y regresas. Estás en el atril. Y como siempre que estás en un atril, aunque te creas actriz y en la presentación de tu persona hayan acompañado a tu nombre las palabras mágicas actriz y profesora, la pierna derecha sigue temblando. Siempre.
Hay cosas que no cambian.
Y después se te olvida porque ves la ilusión por el teatro en los ojos y en las sonrisas de mucha gente, de gente pequeña.
Y te da igual que te digan que eres la mejor actriz del mundo y que te saquen los colores. O que vengan a darte un montón de besos y un montón de gracias.
Porque lo de antes ha sido bonito.
Porque hemos sembrado la droga del teatro en un montón de gente pequeña.
Y porque es más bonito aún irse con esa sensación a la cama.
1 comentario:
Una drogadicta más...
¿Qué bien, no? Me alegro de que Amelia triunfase hoy =P.
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