sábado, 23 de octubre de 2010

Viernes. 1.12. Casa.

Y entonces las ideas se te agolpaban en la cabeza.
Escuchabas a La Mala, te daban ganas de bailar en mitad del metro, con movimientos justos y medidos que contenías y que realizabas sólo en tu cuerpo vital y todo todito todo se escribía ahí dentro.
Listo para ser expuesto bajo el teclado.

Y ahora llegas a casa, la leche del colacao se te derrama en el fuego, la lías en la cocina y de lejos se escuchan los Black Eyes Peas. Estás realmente enganchada a esa canción que pone la melodía a tu última semana de vida.

Es raro. Te has ido y has dejado allí a tus amigos como si tal cosa.
No sabes si te estás haciendo mayor, rara, estás cambiando o es que no entiendes las cosas.
Ni siquiera las cosas que a ti te pasan.
No te ha molestado cortar por lo sano los botellines de cervezas y decir que no.
Puede ser la responsabilidad. Pero al bajar las escaleras del metro te has acordado de las palabras que Pau Gasol sacaba de tu cabeza. El esfuerzo merece la pena.
No sabes si es eso o qué.
Quizá es que las cosas han cambiado.
QUe el cañón del colorado que se abre entre tú y yo ya no tiene remedio. Ni duele ya.
QUé cosas.

Verdaderamente no entiendes nada.
Sólo quieres bailar al ritmo de La Mala y llegar a casa.
Y que mañana todo salga perfecto.
El sentido de la responsabilidad. Y del arte.
Y los ojos azules.
Cambias de abrazos como de camisa. Piensas.
No.
Es el dolor. Dolor encubierto porque no duele. Y es todo tan raro...

Así que decides recordar por qué tienes a Rafa Nadal de fondo de pantalla. Y de paso piensas que no estás enferma, que sigues teniendo ganas de compartir con tus amigos y que simplemente lo que ha pasado no es que estés en otra esfera diferente, es que trabajas muchas horas seguidas y no estaba ahí con quien esta semana has volcado toda tu mierda. Estás casi en el vacío y luego está la responsabilidad. Así que no te estás haciendo mayor. Simplemente es tu cuerpo, que toma decisiones por ti.

Últimamente toma demasiadas...
¿Y eso tendría que darme miedo?
El trabajo me ha borrado la mente. Ya nada duele.

No hay comentarios: